martes, 29 de septiembre de 2009

Costa Este

Antes de ver partir el sol, caminó al puerto.
Barcos se movían en las aguas, amarrados a los postes.
Caían las aves en picada y oleada, y se levantaban apenas.
Abrían las alas y las movían con velocidad al ras de la superficie.
Borboteaban las bocas del muelle agua estancada.
Corrían sobre el muelle unos niños sin nombre.
Ardían sus cuerpecitos a la luz del sol que atardecía.
Bordeaba la luz toda la
Costa este.

Naranjas las costas del puerto.
Negras las aguas profundas.
Rosas y blancos los reflejos de las nubes en el agua.
También celestes, de a retazos.

Una nube blanca, dos nubes rosas.
Tres niños corriendo en el muelle.
Un centenar de gaviotas.
Un millón de peces bajo el agua.

lunes, 21 de septiembre de 2009

La mesa

Ella está guardando su ropa en un bolso, ya acomodó dentro de los canastos la vajilla, los artefactos eléctricos, la ropa de cama y los manteles. Todas sus pertenencias ya están preparadas para ser llevadas por la mudanza.
Recorre las habitaciones, la más amplia la recibe con una canción de cuna, aquella que escuchó durante su infancia.
Cuando entra al comedor, una sensación extraña la envuelve.
En ese lugar cuando aún era niña, ocurrió el mayor episodio de violencia.
Ese día pudo esconderse debajo de la mesa grande, de noble y fuerte roble, vestida con un hermoso mantel tejido al crochet.
Una imagen vuelve a su mente, unos ojos celestes y una mano empuñando un cuchillo. Ruidos extraños, gritos, miedo que se instaló en su frágil cuerpo y un pedido de ayuda que no fue escuchado.
El arma cayó al piso, dejó huellas de sangre que se escabulleron entre los poros de las baldosas de granito, ya gastado por los años y la continua limpieza, a fuerza de trapo y cepillo.
Silencio y pasos apurados. Puertas que se cerraron; voces extrañas, y por último, una mano que la ayuda a salir de su escondite. Unos ojos celestes se clavan para siempre en su memoria.
A partir de allí, las personas que habitaban esa casa se habían reducido.
No preguntó porqué, cómo, ni quién. El miedo paralizó su pensamiento. Su decir se congeló ese día.
Nunca más fueron escuchadas canciones infantiles, ni acordes de ningún instrumento.
Las huellas exteriores fueron borradas; las del alma quiere callarlas.
Llega el camión de la mudanza. Todo está cargado, menos la mesa de noble y fuerte roble.
Elsa.

sábado, 19 de septiembre de 2009

Luisa

Ella cose todavía.Detrás de una ventana amarilla ella es la costurera del barrio. Un cartel con letras humildes arriba anuncia que allí hay una MODISTA. El cartel avisa a los ojos distraídos que allí se cose todavía. Hoy que todo viene hecho y que lo que se rompe se tira, ella cose todavía. Mas abajo, en letras aún más modestas, agrega para los curiosos, que se hacen arreglos a medida, cambio de cierres, detalles de botones y bordados.Cose mientras en la radio añora la voz del peruano y una voz porteña lee un poema de Neruda, dejando para después un tango.Por la ventana entra el sol de las cuatro de la tarde y se apoya en una tela a cuadros rojos y azules, con unos vivos blancos. Ella recompone el desgarro y cabecea en un vaivén provocado por el pié que se apoya en el pedal y le da un ritmo a su canto. Su voz se cuela por la ventana semiabierta y viaja en círculos de aire hasta mí, que estoy pasando. Que me asomo perpleja a su encanto de antaño.Ese marco amarillo donde perpetuamente ella cosiendo se ha quedado, con su cuerpo inclinado, con el mechón de su pelo gris que le cuelga como un manojito de pensamientos desolados.

-Pato-

martes, 15 de septiembre de 2009

Hoja en blanco

Llego a este sitio blanco perforado de neblinas.

Nunca sé cómo llego a esta especie de meseta árida, donde los pies se hunden en profundos silencios embarrados. Me pregunto cómo he hallado este hueco que me abarca por completo y me empuja a una pasarela de renglones despoblados.

Yo sólo sé que me seduce un viento de palabras, que rebotan en mi sangre y al ir buscándolas, me galopa un sentimiento en las arterias. Voy encaramada en él, en un vago intento de llevarlo a destino.

Sólo sé que me viene a buscar la mirada de la chica que vende sahumerios en la esquina, o la mano del loco de las flores, o la tristeza de andén que tienen algunos días específicos o el tipo de la carnicería con sus ojos agigantados. Yo sólo sé que me dejan sus manos abiertas como pájaros en esta playa blanca, para que me arregle o me deshaga en intentos vanos.

No soy más que esas manos amuradas al desierto de mi alma, buceadoras natas de mi misma, que se vuelcan a hurgar desesperadas sobre estas letras que me llaman.

-pato-

Hecho en casa


No es fácil hacer.
Hacer es atrevimiento, es osadía, es sentimiento en acción, es ganarle al miedo, es placer. Es salirse del mísero asesino que todos tenemos dentro, de ese mísero dictador que te acobarda, que te dice que te va a salir mal, que no servís. Si, ese mismo que te mete en tu cocina, en tu cama, en tu cueva y te tapa hasta dejarte bien solo temblando de frío.Ese que te hace sentir un ridículo o un imbécil solitario, cuando tan sólo sos un soñador.
Amo a los que hacen, porque me emociona esa chispa que los saca de la nada, del vacío, del mutismo, del silencio malhechor que acecha en las esquinas de la mente.

lunes, 14 de septiembre de 2009

seré




Un día seré sólo noche
y una flor en mi paisaje
será magia.

Saldré
de
esta
jaula
de
tanto

y salvaré a mis ojos.
k.a.

el calvario de él

















(epílogo del que dejó por exceso de amor, ay!)


Collete es un campo de girasoles
en una habitación llena de espejos,
una avellana pequeña que se lleva puesta
en cualquier parte, un silencio.

Me pregunto si la hubiese hallado inevitablemente, si podría haber existido sin que alguna parte de mí la estuviese buscando.
Le doy vueltas a su cuerpo, le revuelvo el pelo imaginario y encuentro flores, sólo flores.
No hubo manera desde que la vi.
Las maneras quedaron tumbadas a un costado, dormidas, si las hubiese despertado y me hubiese forzado a usarlas para evitar a Collete, calculo que habría muerto de alguna enfermedad antinatural y prematura.
¿Cuándo es que ella pasó de ser un simple cuerpo mortal a todo este aire que respiro? ¿Qué límite fue el que crucé y hacia qué ruta o hacia qué zona me llevó, que terminé asfixiado en ella tan dulcemente? ¿Por qué no pude encontrar la llave de su vientre para tragármela sin miedos, según me estaba urgiendo la pulsión, por qué no supe?
Sencillamente me pierdo.
Voy, sigo, vengo, hablo, tomo agua, pero ya se sabe que no es así. Abandonado por el circuito estelar completo me debilito mudo, quieto, sentado. Me rasco la cabeza y siento el girasol escondido de su mechón izquierdo, muevo los dedos cerca de mi vientre y tiemblo. Cualquier cosa que toque se siente más, mis dedos no son los mismos después de haber contorneado su perímetro, son como armas sensibles que podrían sepultarme haciéndome notar las diferencias.
Me quedo quieto.
Por las noches mendigo un poco de paz pero viene el silencio y me habla con un ruido de crujimiento de bolsa.
Me resisto a tocar los posabrazos del sillón. Apoyo mis pobres brazos contra mí mismo y me los cruzo sobre las piernas para burlar al cuero bordó que su parte animal rozó en todos sus frentes, con cada uno de sus puntos de piel y en cada poro de la superficie bordó. Infinidad de posibilidades matemáticas de dos cuerpos rozándose por todos sus lados, infinidad quizás incontable, pero todos, y yo ahí, sentado.
Podría cambiar de sillón, me digo, sí podría, pero tendría que moverme, entonces digo no y me quedo quieto. Los movimientos bruscos son directamente proporcionales a lo punzante de las sensaciones que me traen y un movimiento brusco en mi caso sería fumar. Me quedo quieto y me prohíbo fumar. El humo me genera las visiones más apocalípticas de Collete desnuda entre camalotes intensamente vivos y eso me perturba.
Desnuda entre todos los animales de la selva, adornada de camalotes y con el pelo largo, muy largo, hasta los pies, saltando de piedra en piedra sobre un lago, libre, única y de pronto mirándome sin intención alguna para mostrarme un pez quizás, o un yuyo y verle dilatársele las pupilas negras de pronto y saber que se enciende, que brilla, que late, que me mira y me arde, que me mira y me pierde, ir…
Me perturbo.
En este sentido, Collete me ha hecho un bien con el tabaco y dirige mi salud hacia la durabilidad longeva de mi persona, que reforzándose con mis antepasados genéticos, me asegura una tortura quieta durante aproximadamente 45 años más, duplicando mi bochornosa edad actual. Porque todo me avergüenza, incluso el no fumar.
Disimulo.
Parezco repuesto, parezco saludable. No noto mi fracaso reflejado en las retinas de nadie. El mundo es tan ciego que no se da cuenta y progreso. Se me ignora y eso me reconforta.
Al menos mi tortura no se potencia con las miradas de los demás, y ya que para mí son nadie, me alegra saber que yo para ellos también.
Me alegra encontrarme solo en ésto.
Que nadie lo sepa.
Que no lo vean, ni lo intuyan, ni me juzguen, ni me puedan tener pena.
Mi calvario escondido es sólo mío y es lo más mío que tengo.



k.a.

sábado, 5 de septiembre de 2009

Letras nómades

Somos un grupo de escritoras cuyas letras se encontraron y se pusieron en movimiento. Dejaron de ser sedentarias, dejaron de guardarse como hojas en los cajones, se liberaron del polvo que las cubría, se pusieron tacos y salieron a la calle.Autogestionamos nuestra propia edición casera de libros artesanales y los vendemos a precios económicos.
También realizamos lecturas en bares de la zona para darnos a conocer.
Esperamos que vean aquí un poco más sobre nosotras!