lunes, 14 de septiembre de 2009

el calvario de él

















(epílogo del que dejó por exceso de amor, ay!)


Collete es un campo de girasoles
en una habitación llena de espejos,
una avellana pequeña que se lleva puesta
en cualquier parte, un silencio.

Me pregunto si la hubiese hallado inevitablemente, si podría haber existido sin que alguna parte de mí la estuviese buscando.
Le doy vueltas a su cuerpo, le revuelvo el pelo imaginario y encuentro flores, sólo flores.
No hubo manera desde que la vi.
Las maneras quedaron tumbadas a un costado, dormidas, si las hubiese despertado y me hubiese forzado a usarlas para evitar a Collete, calculo que habría muerto de alguna enfermedad antinatural y prematura.
¿Cuándo es que ella pasó de ser un simple cuerpo mortal a todo este aire que respiro? ¿Qué límite fue el que crucé y hacia qué ruta o hacia qué zona me llevó, que terminé asfixiado en ella tan dulcemente? ¿Por qué no pude encontrar la llave de su vientre para tragármela sin miedos, según me estaba urgiendo la pulsión, por qué no supe?
Sencillamente me pierdo.
Voy, sigo, vengo, hablo, tomo agua, pero ya se sabe que no es así. Abandonado por el circuito estelar completo me debilito mudo, quieto, sentado. Me rasco la cabeza y siento el girasol escondido de su mechón izquierdo, muevo los dedos cerca de mi vientre y tiemblo. Cualquier cosa que toque se siente más, mis dedos no son los mismos después de haber contorneado su perímetro, son como armas sensibles que podrían sepultarme haciéndome notar las diferencias.
Me quedo quieto.
Por las noches mendigo un poco de paz pero viene el silencio y me habla con un ruido de crujimiento de bolsa.
Me resisto a tocar los posabrazos del sillón. Apoyo mis pobres brazos contra mí mismo y me los cruzo sobre las piernas para burlar al cuero bordó que su parte animal rozó en todos sus frentes, con cada uno de sus puntos de piel y en cada poro de la superficie bordó. Infinidad de posibilidades matemáticas de dos cuerpos rozándose por todos sus lados, infinidad quizás incontable, pero todos, y yo ahí, sentado.
Podría cambiar de sillón, me digo, sí podría, pero tendría que moverme, entonces digo no y me quedo quieto. Los movimientos bruscos son directamente proporcionales a lo punzante de las sensaciones que me traen y un movimiento brusco en mi caso sería fumar. Me quedo quieto y me prohíbo fumar. El humo me genera las visiones más apocalípticas de Collete desnuda entre camalotes intensamente vivos y eso me perturba.
Desnuda entre todos los animales de la selva, adornada de camalotes y con el pelo largo, muy largo, hasta los pies, saltando de piedra en piedra sobre un lago, libre, única y de pronto mirándome sin intención alguna para mostrarme un pez quizás, o un yuyo y verle dilatársele las pupilas negras de pronto y saber que se enciende, que brilla, que late, que me mira y me arde, que me mira y me pierde, ir…
Me perturbo.
En este sentido, Collete me ha hecho un bien con el tabaco y dirige mi salud hacia la durabilidad longeva de mi persona, que reforzándose con mis antepasados genéticos, me asegura una tortura quieta durante aproximadamente 45 años más, duplicando mi bochornosa edad actual. Porque todo me avergüenza, incluso el no fumar.
Disimulo.
Parezco repuesto, parezco saludable. No noto mi fracaso reflejado en las retinas de nadie. El mundo es tan ciego que no se da cuenta y progreso. Se me ignora y eso me reconforta.
Al menos mi tortura no se potencia con las miradas de los demás, y ya que para mí son nadie, me alegra saber que yo para ellos también.
Me alegra encontrarme solo en ésto.
Que nadie lo sepa.
Que no lo vean, ni lo intuyan, ni me juzguen, ni me puedan tener pena.
Mi calvario escondido es sólo mío y es lo más mío que tengo.



k.a.

1 comentario:

  1. Este texto lo he leído no sé cuantas veces y me puede por completo. Es alucinante y poderoso el amor, tanto que a veces no se soporta y hay que dejarlo por exceso, es genial!

    Besos

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